Ceiba del Parque Museo La Venta, el busto es Pellicer
Después de desayunar en Champotón y de recorrer la linda carretera que bordea la costa campechana, que empiezan tener pequeños desarrollos turísticos, llegamos a Villahermosa y a su caótico tráfico. Después de varias vueltas logramos llegar al centro, un lugar algo sórdido, pero con mucho movimiento, donde se encuentra hospedaje a precios más o menos razonables. En un hotel nos ofrecieron una habitación con descuento porque daba a una calle con un antro que tocaba música guapachosa y retumbaba en todo el cuarto, pero estábamos cansados, y el cuarto tenía Internet así que lo aceptamos, con unos audífonos podríamos pasar la noche sin muchos sobresaltos.
Cruzando la Laguna de Términos, chequen a las personas en la torre
Nos despertamos con ganas de ver cabezas colosales, así que nos dirigimos al Parque-museo de La Venta, donde en los años 50s Carlos Pellicer rescató del sitio arqueológico antes mencionado algunas de la piezas más representativas e ilustrativas de los olmecas; y creó este parque para mostrarlas, después se destinó una área para zoológico. Después del parque paso a recogernos un gran amigo de la familia, el Dr. Firdaus, para invitarnos a comer y darnos una vuelta por la ciudad. Fuimos a comer carne a un restaurante que se llama el Ganadero, ahí Firdaus y su esposa Josefina nos platicaron como tuvieron que levantarse a las 5 am para mover su ganado de un terreno muy bajo a otro más alto, por eso de las lluvias y las inundaciones. Tuvieron que recorrer una distancia de unos 10 km., pero lo interesantes es que lo hicieron por la carretera, imaginen la escena: 40 ungulados en fila india por el carril derecho. Para nosotros, fue la explicación de algo que vimos en el camino el día anterior. Después de comer dimos un paseo por las afueras de la ciudad, pudimos ver lo amenazados que están muchos barrios por su localización. Nos explicaron que cuando los españoles llegaron a la zona decidieron establecerse a orilla de los ríos, en vez de seguir el ejemplo de los pobladores nativos que vivían en las zonas más altas; desde entonces la ciudad esta condenada a sufrir inundaciones, en algunos casos muy severas como las del año pasado. Para finalizar el recorrido pasamos a saludar al Padre Abelino, un hombre dedicado a una lucha constante por la justicia y el amor, platicamos unos minutos afuera de su parroquia en el barrio de Atasca, uno de los más antiguos de la ciudad.
Confieso que no comimos pejelagarto, porque salimos muy temprano al otro día para seguir nuestro viaje, ahora hacia Tlacotalpan por la carretera que atraviesa los Tuxtlas.
Una imagen muy tabasqueña
Este cocodrilo de 4 m se ha escapado varias veces del zoológico
Ganado en la carretera llegando a Villahermosa
Improvisación
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