Emprendimos nuestro viaje desde Tlaxcala hacia Hidalgo para llegar a la Huasteca Potosina. De Pachuca tomamos dirección hacia el noroeste, por Actopan para conocer su convento, con sus frescos “surrealistas” en la capilla abierta, el gran mercado y su famosa barbacoa, la cual no pudimos encontrar entre los puestos de ropa y remedios.
Grutas Xoxafi
Dormimos en Ixmiquilpan, en un hotel que contaba con restaurant “tipo americano” y que a pesar de todo pronóstico nos sorprendió con su sazón y calidad; nos quedamos con las ganas de conocer algún balneario. Lo que si aprovechamos fue pasar al centro eco turístico de las grutas de Xoxafi para aventarnos de la tirolesa, la más larga tiene 800 mts. de caída; el sitio es muy agradable, cuenta con unas cabañas de piedra, rodeadas de un paisaje semi-desértico muy especial.
El ambiente va cambiando del seco altiplano para dar lugar a valles más verdes, donde los naranjos son las constante, empezaba la Huasteca. Nos desviamos hacia el oeste, para adentrarnos en la sierra, al fondo el sol caía sobre los montes e iluminaba divinamente la villa de Xilitla, una paisaje de postal, la imagen idílica de una región cafetalera.
Nos hospedamos en el hotel San Ignacio, nos recibió la dueña al teléfono, y cuando colgó nos contó con demasiada confianza que acaban de cancelarle un grupo de 40 gringos que cada año venían de vacaciones, y de paso realizaban cirugías correctivas de labio leporino y cataratas, pero que con las nuevas advertencias que el gobierno americano había hecho sobre la seguridad en el país, este vez no vendrían.
La razón principal de visitar este pueblo fue, por mi parte, reconocer Las Pozas, el jardín de los delirios de un hombre con mucho dinero e imaginación. Y podérselo enseñar a Omar, un deseo muy fuerte por el recuerdo que tenía de mi primera visita a este lugar mágico enclavado en la selva, de la que salían unas formaciones extrañas, como visiones esotéricas o como mis fantasías sobre los hogares de los elfos Sindarin.
Caminamos desde el pueblo hasta las pozas, a unos 4 km. Cuando llegamos habían algunos camiones de visitantes, en su mayoría estudiantes que se concentraban en el área de las cascadas. La zona con las estructuras estaba muy despejada, así que se podía disfrutar sin mucha distracción: Subir y bajar escaleras que no llevan a ninguna parte, descifrar un relieve “egipcio”, seguir las líneas de la arquitectura fantástica, maravillarse con la capacidad creadora del hombre… y después chapotear en alguna poza.
Cuando salimos el encargado en la entrada me comento que, como ya me había percatado, la administración del lugar había cambiado. El predio de enfrente con la cortina de bambú se había vendido y muy pronto sería un restaurante, y se había creado un fideicomiso para la conservación del lugar. Al otro día me enteraría con más detalle de estos cambios.
Vale mucho la pena visitar el pequeño museo dedicado al creador de este paraíso, Sir Edward James. Aquí se relata el proceso de construcción de Las Pozas, se guardan los moldes que sirvieron para logra lo imposible, son piezas de maderas hechas con una maestría y originalidad única, tanto que son consideradas piezas de arte, obra del carpintero Don José Aguilar, quien con solo un serrucho y sacabocados, durante 30 años hizo realidad los desvaríos surreales de James. Platicando con la persona encargada del museo pude aclarar mis dudas sobre el futuro de Las Pozas. Hasta hace dos años el lugar había pertenecido a la familia Gastelum, muy cercanos de Edward, su referencia en México así como administradores, que tras su muerte «heredaron» la propiedad. Ellos decidieron donarla, para que se le pudiera dar el mantenimiento necesario, a una fundación que entre otros, recibe donaciones de Fomento Banamex, Fundación Cemex y del gobierno del estado. De todas formas me quedaban algunas interrogantes, ya que el boleto de entrada esta a nombre de “Ecoturismo las pozas, S.A. de C.V.” una sociedad mercantil, y la duda sobre si se esta contraviniendo el deseo de su creador, no del todo confirmado: De “dejar que la naturaleza actúe sobre las estructuras.” Sin embargo este artículo aclara muchas cosas
Xilita ha cobrado popularidad en los últimos años, portada de revista de aerolíneas, locación fashionista, etc. No me sorprendería que en un periodo no muy largo se vuelva un destino chic. Pero el pueblo aún no cuenta con la infraestructura para los próximos visitantes: hoteles boutique, cafés minimalistas y otras amenidades; por lo que aun conserva su encanto provincial de un pueblo serrano, con sus puestos de comida, su pizzeria como centro de reunión, y su austero convento agustino, concurrido por señoras nahuas y huastecas cubiertas en sus reboso negros.
Y para concluir nuestro paseo visitamos el Sótano de Las Golondrinas, una cueva vertical de aproximadamente 300 mts. de profundidad. Se encuentra a una hora y cachito de Xilitla, con dirección a Aquismón un encantador pueblo huasteco que vale la pena visitar con sus árboles frutales y sus casas de madera. Llegamos al sotano al atardecer para poder observar miles de vencejos, no golondrinas, regresar a sus nidos y algunas cotorras verdes volando en grupo que contrastaban con la negrura del abismo. Un espectáculo muy especial.
Frescos de la capilla abierta de Actopan
La Pozas
Cientos de vencejos sobre nuestras cabezas
Burro estacionado en Xilitla
Omar bajando
Vencejos entrando al sótano
me encanta tu blog querida, te quiero mucho
By: Ana Alvarez on junio 23, 2009
at 11:19 pm
jaja, en los dos video que vi estas regañando a omar!! sera de familia acaso??
By: Ana Alvarez on junio 23, 2009
at 11:19 pm